jueves, 22 de julio de 2010

microrrelato


Otra ida más. Otra de las tantas que ya había hecho, pero esta vez en silencio, sin música que gritando la obligara a callar sus pensamientos. Estaba dispuesta a escucharse una vez más, los pensamientos chirriaban en ella como la puerta entreabierta que el aire que entra por la ventana hace moverse, o como las gotas que caen una a una, una a una sobre la placa de la ducha en el silencio de la noche. De repente quería cerrar el grifo, o abrirlo; cerrar la puerta de un empujón o abrirla de una patada. Quería pensar para dejar de pensar.

De repente, o quizas ya por costumbre pues era algo que se repetía a lo largo de semanas, meses y quizas años, decidió pensarse para sí misma sobre ella misma, el eco de su mismidad retumbaba sobre su egocentrismo. Ésto por lo que ella se creía especial, algo que nunca fue capaz de definir, pasaba a ser vulgar y común, y le molestaba, y la irritaba, y le quitaba las ganas. Sus ojos mostraban tristeza, pero ¿por qué? ¿Acaso no tenía razones para ser feliz?...¿feliz?.

Nuevamente un nudo en su pensamiento, que se enredaba al pensar en felicidad e incluso amor... tan difíciles de definir como de sentir. Sentir, ¡ja! sí sabía lo que era sentir, toda ella sentía, sus dedos, su cabeza, sus piernas, su cuerpo, sabía sentir con toda ella. Quizás en el momento en el que lo pensaba, en el que pensaba sentir no, pero un instante más tarde sentía la nostalgia de haber sentido, y ¿acaso la nostalgia no es un sentimiento?.

Y ahí sentada, con ella misma, volvía a ir.

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